Viajar con niños

23.07.2013 08:22

España cuenta con seis ciudades certificadas como 'slow', lentas. De dimensiones humanas y decididas a contrarrestar las prisas, resultan perfectas para unas vacaciones familiares. Acercarse a ellas para los padres hacer un viaje a la infancia; para los niños, un huerto de recuerdos. [Publicado en ZoomNews.es en julio de 2013]

¿Cómo enseñar a nuestros hijos a paladear de verdad unas vacaciones? Un viaje cultural no suele ser la mejor manera. Para enseñarles a vivir con calma están los otros días, la estancia en la playa o el pueblo… ¿Quién no desearía para sus hijos aquellos veranos largos de hace décadas, en los que íbamos a todas partes en bici o caminando, en los que la lonja y la huerta mandaban en la cocina de casa y en los que las “chuches” que llevábamos al cine de verano eran almendras o chufas… Aunque sólo sea por unos días, hay lugares en los que aún se puede vivir sin reloj, ciudades slow (=lentas) que han decidido apostar por lo auténtico, por lo que las ha hecho como son y preservar su esencia.

Un punto de nostalgia

Vuelvo de una cita en el lugar de veraneo de mi adolescencia. De estos reencuentros siempre se regresa un poco enfermo de nostalgia, y los paisajes, incluso velados por el boom inmobiliario y los tenderetes que sólo venden productos Made in China, aún guardan muchos viejos abrazos…

El sabor del pescado frito fresquísimo, la puesta de sol en el mar, el trazo unas gotas de moscatel lagrimeando en una copa, helados artesanos hechos a apenas unos kilómetros, rosquillas caseras para merendar… Un día en la playa “hasta que el cuerpo aguante” cantando con una guitarra… sin hora, sin compromisos, con los niños correteando entre las dunas, la conversación con los amigos de siempre… ¿Somos tan felices en días así porque son escasos, o realmente quedan lugares en los que la vida tiene ese gusto a vida?

Algunos de los niños más mayorcitos nos decían que de adultos querían tener algo como aquello. En realidad, sólo estuvimos “tirando” de recuerdos. Pero para tener recuerdos hay que entregarse de vez en cuando a las vivencias: parar, detener el reloj, mirar alrededor y dejarse tentar por esas cosas que ya no tienen espacio en nuestro día a día. Cosechar experiencias auténticas.

La vida a paso de caminante

Siempre que pienso en lo necesario que es enseñarle también esto a mis hijos me viene a la cabeza un italiano: Carlo Petrini. Ideólogo y padre del movimiento internacional Slow food, decidió en los 80 rebelarse contra los sabores globalizados, la comida estandarizada y la prisa a la mesa. Su filosofía, que hoy cuenta con miles de adeptos, es un canto a la vida dulce y tranquila.

Los partidarios de la comida lenta reividican para el paladar lo que es del paladar: el placer de degustar. Propician la vuelta a los productos y recetas de siempre, a la pureza, a la autenticidad y, por supuesto, a la estacionalidad. Deleitarse en la cocina de toda la vida y el principio de dar a cada alimento la oportunidad de aparecer sobre el plato en su mejor momento.

El movimiento slow también cree que "otras vacaciones son posibles" y ha establecido un certificado de calidad –Cittaslow-, al que se han adscrito ciudades de países de todo el mundo decididas a plantarle cara a la velocidad moderna. A las decenas de ciudades italianas certificadas de hace pocos años se han ido sumando cada vez más localidades de todo el mundo dispuestas a cumplir los exigentes requisitos de autenticidad, hechuras humanas, sostenibilidad y apoyo a la economía y tradiciones locales.

En España tenemos ya seis localidades reconocidas como citta slow: Pals y Begur en Gerona; Lekeitio y Munguía en Vizcaya, Bigastro en Alicante y Rubielos de Mora en Teruel. Cuando se las mira de cerca, no sólo son perfectas para unas vacaciones en familia. Muchas de ellas exhiben con orgullo condición de destino familiar.

Begur (Gerona)

Caletas, colinas y un bonito casco histórico en uno de los pueblecitos más deliciosos de la Costa Brava, situado en la comarca del Bajo Ampurdán en Gerona. Las playas y calas de Begur resumen la esencia de la zona: vegetación mediterránea y aguas de color turquesa encajadas entre rocas que se zambullen en el mar.

Además de vida playera ofrece numerosas posibilidades para  practicar deportes acuáticos, senderismo, ciclismo o golf. Con numerosos hoteles de calidad que rinden culto al estilo de vida de la zona, no hay que perderse sus restaurantes, especializados en auténtica cocina mediterránea basada en productos autóctonos, como los pescados de roca.

Bigastro (Alicante)

Consideran sus magníficos atardeceres desde la Loma Ancha parte de su patrimonio, proponen paseos por sus huertas y están convencidos de que los visitantes volverán a Bigastro por su cocina y sus posibilidades de unas vacaciones en contacto con la naturaleza. Este oasis de la Vega Baja alicantina, a un tiro de piedra de Murcia y Orihuela tiene a mano las playas de Torrevieja, Guardamar o San Pedro del Pinatar, pero vive y disfruta la vida a su manera, como siempre lo ha hecho, ennoviado con la Huerta Tradicional, que ofrece a quienes quieran compartirla.

Lekeitio (Vizcaya)

Brinda en sorbos lentos los intensos placeres del norte: un mar con mucho carácter con el que hay que llevarse bien porque es la fuente de la vida, paseos, playas, mesas que encandilan y, sobre todo, buena vida al más puro estilo vasco. Situado en la costa vizcaína, entre Bilbao y San Sebastián, Lekeitio proporciona un maravilloso “campamento base” para recorrer paisajes y pasar el día entre actividades culturales o playeras, sabiendo que se vuelve a dormir a esta “casa”. 

Muchos e interesantes alojamientos: desde preciosos hotelitos a gusto de la zona, caseríos tradicionales convertidos en casas rurales, campings o albergues que ya ofrecen estancias –alojamiento y actividades- pensadas para familias.

Munguía (Vizcaya)

Una de las ciudades slow de nuestra lista más orgullosas de este título, y así lo relata en su web de turismo. En su reivindicación de los placeres y formas de vida tradicionales, Munguía propone la visita al caserío más antiguo de Vizcaya, Landetxo Goikoa, un recorrido guiado que explica las particularidades de esta construcción y de la vida que se desarrollaba entre sus muros. También invita a conocer el casco histórico de esta localidad y degustar una auténtica comida slow tradicional, natural, local y de calidad: una alubiada con sus sacramentos, ensalada, postre y vino. A muy pocos kilómetros, atractivas localidades marineras como Bermeo o Plentzia y, para los culturetas, Bilbao.

Pals (Gerona)

De nuevo, la Costra Brava y Gerona. Pals se define en su web turística como una localidad especializada en turismo de calidad deportivo, gastronómico y cultural, pero, sobre todo, como un lugar volcado en el turismo familiar.

A Pals se viene a estar, a conocer su pasado medieval, a disfrutar la playa, a realizar actividades para todas las edades… Y a dejarse seducir por sus sabores. Pals asegura tener los mejores arroces del mundo y es inconcebible pasar por esta localidad catalana sin sentarse al menos una vez ante una cazuela de arroz, en un restaurante humilde o en alguno con estrella Michelín. Con el alojamiento sucede lo mismo: para todos los gustos y bolsillos.

Rubielos de Mora (Teruel)

Una de las localidades más interesantes de Teruel y con más atractivos para visitantes de todas las edades. Su casco histórico es Conjunto Histórico-Artístico desde hace décadas y, en 1983, recibió el premio Europa Nostra.

A la ancha lista de monumentos de interés, se unen una intensa programación cultural –Festival Puerta al Mediterráneo-, fiestas, tradición artesana y una comarca, Gúdar-Javalambre, cuyos paisajes invitan a recorrerlos a caballo, a pie o en bicicleta, una vía verde acondicionada para excursiones y muchas opciones de turismo activo. Entre otros atractivos para niños tienen cerca una sede de Dinópolis dedicada a insectos conservados en ámbar. 

 

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