Viajar con niños
Aunque los largos trayectos en ferry puedan parecer pesados, saltar de isla en isla en Grecia es cómodo y agradable. El barco es el medio de transporte favorito de los niños. [Publicado en ZoomNews.es en agosto de 2013]
Nuestra familia ya ha puesto banderitas en tres islas griegas: Mikonos y Santorini en las Cícladas, y Rodas, en el Dodecaneso, que vimos en otro viaje. Aunque los largos trayectos en ferry puedan parecer pesados, saltar de isla en isla en Grecia es cómodo y agradable. El barco es el medio de transporte favorito de los niños.
Cualquier isla griega es hermosa. Todas guardan su propia personalidad bajo un halo de buganvillas, balcones de madera pintados, losas de piedra con juntas encaladas, gatos, embarcaderos de juguete con barcos de colores y callejuelas inundadas de aroma a aceite de oliva. Se podría pinchar un alfiler en el mapa de Grecia y acertar con la estancia en la isla que el azar hubiese elegido. Todas son lo que se espera que sean: pequeños y sabrosos pedacitos de paraíso.
Excepto si se viaja con bebés que van en carrito, viajar a las islas griegas con niños es cómodo y fácil. A ellos les encanta el plan. Incluso una breve estancia en Atenas da ocasión de conocer algunas de sus islas más bellas. Por apenas 100€ adulto y 50€ niño se puede emprender un crucero de una jornada por las islas del Golfo Sarónico –Aegina, Poros e Hydra- y hacerse una idea de la impactante belleza de la vida insular.
No obstante, siempre hay una imagen especialmente seductora, a veces surgida de una postal o una película, que decide a qué isla griega queremos viajar. Para nuestro primer viaje familiar a Grecia, decidimos que queríamos ver el archipiélago más famoso, las blancas Cícladas, y entre ellas, sus dos estrellas turísticas más internacionales: Mikonos y Santorini.
Los barcos griegos, excelentes
Todo el miedo que se pasa en la carretera se compensa cuando tomas los ferrys para las islas. Incluso en las clases más económicas son tan buenos, tan cómodos, están tan bien cuidados y los trayectos son tan bonitos que os parecerá que estáis de crucero. Nosotros reservamos online desde España, pero no hace falta adelantarse demasiado, está bien encargar los billetes al llegar al país y es posible que en el propio hotel nos echen una mano con eso.
Los precios varían, dependiendo del tipo de barco que se escoja, pero son bastante asequibles. Aunque existen modalidades muy rápidas –el hydrofoil-, el ferry tiene sus ventajas cuando se viaja con niños: son mayores, hacen escalas que se miran bien atentos desde cubierta y añaden el espectáculo del paisaje al trayecto. El parloteo en inglés con los griegos, siempre tan amistosos, es uno de mis entretenimientos favoritos para preferir el ferry.
Mykonos, la ciudad de la fiesta
Cuando vas a ir a Grecia con niños te preguntas si parar o no en la isla de Mikonos, a apenas tres horas de Atenas. Su leyenda de de bacanal continua te hace dudar. Una vez llegas allí te encuentras un lugar encantador en el que parece haber cómodos espacios para todos, así que, sí, ve, y lleva a tus hijos.
Al acercarte a Mikonos tienes más que nunca esa sensación de que las Cícladas son colinas peladas que emergen del agua y que, si no fuera por la fabulosa arquitectura de casitas blancas, serían un lugar desolado.
La isla tiene numerosas playas y ciudades, lugares de interior y resorts para todos los gustos, para todos los bolsillos, y a todas partes se llega en los autobuses de línea locales. Como íbamos por pocos días, preferimos quedarnos en la ciudad. Cambiamos el hotel de la reserva por una casita preciosa que nos ofrecieron en el centro de la capital de Mikonos (Chora).
Íbamos todos los días a Paradise Beach, a unos minutos en autobús de la capital. Es una bahía muy pequeñita y recoleta, con tumbonas, gravilla en vez de arena y un agua de transparencia perfecta. Tras muchos días de intensa vida cultural, era legítimo tumbarnos al sol jornadas completas mientras los niños jugaban en la orilla.
Las paredes que delimitan la cala están repletas de bares y restaurantes y son famosas porque congregan a juventud de todo el mundo en una fiesta playera vespertina que empieza en cuanto alguien decide subirse a una mesa a bailar con una copa en la mano… curiosamente, el público de las tumbonas y el de la fiesta puede coexistir en completa armonía.
Al atardecer, la capital de Mikonos se llena de gente. De los cruceros, de los resorts de los alrededores, de ciudades del interior. Bulle y apenas se puede dar un paso por las estrechas callejuelas.
No es nada fácil encontrar una mesa libre en zonas como la Pequeña Venecia o el puerto. Es agobiante, pero la ciudad está tan bonita, tan animada…
Santorini, el placer es azul
La postal de Grecia que todos tenemos en mente está en un pueblo de Santorini llamado Oià o Ià, según las transcripciones. Un puñado de casas blancas, molinos y cúpulas de iglesias azules temblando sobre una pared volcánica negra, bajo un atardecer turquesa. Llegas y es mil veces más impresionante cuando lo ves con tus propios ojos.
A Santorini se accede tras muchas horas en barco desde Atenas y hay ferry desde Mikonos. Impresiona adentrarse en los muros de un volcán -aún caliente- y ver que en las crestas de la Caldera, como se denomina a los restos del cráter, crecen pequeñas ciudades de blancura deslumbrante. La capital, Thira, el lugar en el que se quedan la mayoría de los turistas, es una ciudad muy bonita y bastante cara, con calles blancas encaramadas en el acantilado y llena de tiendas. Al otro lado de la isla hay pueblecitos preciosos con playas de arena negra y se puede alquilar un coche para recorrer la isla.
Pero si podéis elegir y reservar con tiempo unas noches, id a Oià y alquilad una casa o una habitación con vistas a la Caldera –muchas de ellas excavadas en la pared del volcán-, porque es un espectáculo único en el mundo. Probablemente no querréis salir nunca de vuestra terraza para no perderos los fabulosos cambios de luz, y el intenso azul del mar, al fondo.
A nuestros hijos les encantaron aquellos días. Bajamos por la escalera hasta el puertecillo de Ammoudi, y llegamos hasta la plataforma-playa frente al islote de Agios Nikolaos, comimos en el puerto y regresamos a Oià en las mulas que remontan los escalones.
También tomamos un velero antiguo para visitar la isla central de la Caldera, en la que más actividad volcánica se nota y en la que afloran fumarolas con sólo excavar un poco. Si os ofrecen esta excursión, hacedla sin dudar, es muy agradable… pero lo mejor es saber que regresas a tu preciosa terraza, que te espera una puesta de sol en Oià, un paseo al atardecer y las mil tonalidades de azul y blanco, seguidas de un mapa de lucecitas de los pueblos que dibujan el perfil del volcán…
Durante mucho tiempo guardamos el secreto de nuestra dirección en Oià. Era un alojamiento tan barato, tan espectacular, tantas veces retratado en postales, que no queríamos desvelar su nombre. Pero su nueva remodelación, el cambio de nombre y el hecho de que hayan triplicado los precios lo saca de nuestra agenda secreta. Aún es una dirección muy recomendable para familias: Chroma Suites. Y sigue teniendo la mejor vista de Grecia.
Apuntes para el viaje a Grecia: cambalaches
A Grecia hay que llegar con la mente un poco abierta, como si las cosas, incluso las atadas y bien atadas, fueran “sí, pero no, ya veremos”, porque es muy posible que los planes iniciales se renegocien sobre la marcha. Y esto no significa que se pierda, al contrario, por lo general el cliente sale ganando.
Nos pasó en Delfos, donde teníamos reservado una habitación triple en el hotel (Aiolos) y al llegar, el propietario nos confesó que se le había llenado de estadounidenses y que por el mismo precio, nos pasaba a una cuádruple al hotel de al lado. La opción era enfadarse o ver la habitación que nos proponía antes de aceptar. La habitación familiar que nos ofrecía por el trueque era fabulosa, y nos la quedamos.
A Grecia hay que viajar con la mente abierta. Es muy posible que los planes iniciales se renegocien sobre la marcha, y que el viajero saque buena ventaja
En Mikonos nos ocurrió algo similar. Habíamos reservado en un hotelito típico de la capital, el Galini, muy recomendable, pero al recogernos en el puerto, la dueña nos propuso alojarnos en una casita del centro porque íbamos a estar más cómodos, según ella. Nos la enseñó y, tras diversas negociaciones, nos la quedamos por diez euros más de lo que nos costaba el hotel. Estaba en plena ciudad, a 50 metros de los molinos y 100 de las casas colgadas sobre el mar, y tenía una terracita muy coqueta con losas de juntas encaladas al estilo local y macetones de buganvillas.
Los griegos parecen llevar varios negocios paralelos y “representan” todo tipo de productos y servicios aparte de su ocupación principal. No te extrañe que el recepcionista del hotel te ofrezca arreglarte los pasajes del ferry –a precio oficial- o que la gobernanta que cuida los apartamentos en una isla te envíe un taxi al puerto o te gestione una excursión. Así funcionan, y cuando se está de viaje con niños, facilita bastante la vida casi sin salirse del presupuesto.