Sobrevivir a un vuelo en Ryanair
Alguna vez teníamos que probar y este verano ha sido nuestro bautizo familiar en aerolíneas 'low cost'. El buen precio de los billetes compensa las incomodidades y la pérdida de glamour a bordo. Nuestro primer Ryanair, chispas. [Publicado en ZoomNews.es en septiembre de 2013]
“¿Eso ha sido un clarín?”. Mi siesta a bordo la había interrumpido un toque de diana: Ryanair toca la trompeta al tomar tierra puntualmente y muchos pasajeros aplauden. Así termina un vuelo común y corriente en esta aerolínea low cost. Dos horas en las que el personal de cabina ha cantado los platos fríos y calientes con sus precios, ha intentado vender tarjetas de “rasca y gana” o convencer a pasajeros de que llevaran las bolsas blandas bajo el asiento, ya que el avión iba repleto. Unos minutos de trajín algo chocante en un trayecto, por lo demás, parecido a lo que se encuentra en cualquier otra línea aérea. Supongo que es su manera de recordarnos que el glamour y la exclusividad de volar es cosa del pasado.
Bien. Acepto. Incluso aunque viaje con mis hijos. Ya hice mi alegato a favor de las compañías convencionales a igualdad de precio. Pero este verano toda la familia deseaba hacer un viaje al extranjero, especialmente los niños. Ha sido, imagino que igual que para todos, un curso especialmente duro. Nos fallaba el presupuesto, que era algo corto.
Necesitábamos cuatro billetes de avión a precio módico, adonde fuera, pero módicos. A lo demás, nos adaptábamos. Lo encontramos en Ryanair y hemos sobrevivido a los vuelos de ida y de vuelta viajando con niños. También hemos cambiado algunos prejuicios que teníamos hacia esta compañía y nos la plantearemos para sucesivos viajes siempre que resulte lógico.
Es un cambio de mentalidad. Sí, la aviación civil ha dejado de ser un negocio tan adulador y deferente como la recepción de un hotel de lujo:
- Trato del personal: justito, aunque sin incorrecciones. Imagino que porque tiene que manejar un avión completo en pocos minutos.
- Horarios: madrugón para tomar el vuelo de las 6:30, como en tantos otros vuelos. Hay que estar en el aeropuerto con 70 minutos de antelación, aunque yo calcularía el doble si se viaja con niños.
- Terminal: para los que odiamos abiertamente la T4 de Barajas, embarcar en la T1 es un alivio.
- Colas para embarcar: pesadas, muy pesadas. Como no hay asientos asignados, los pasajeros empiezan la fila mucho antes de que el personal llegue a la puerta, para elegir mejores asientos. Se pueden evitar reservando el billete o el servicio de embarque prioritario.
- Facturación: no facturamos, porque llevábamos equipaje de mano. El personal de tierra vigila que las bolsas cumplan las normas. Aunque se facturen maletas hay que llevar los billetes impresos.
- Asientos: bastante espacio entre filas, igual que en cualquier aerolínea convencional y mejor que en una chárter, una sorpresa agradable.
- Familias con niños. En nuestro avión viajaban bastantes familias, con niños de todas las edades. Los bebés pagan 30€ por vuelo en Ryanair pero no tienen derecho a equipaje ni a asiento. Cada carrito, cuna o silla de coche se cobra a 10€ al hacer la reserva y a 20€ en la puerta de embarque.
- Puntualidad: óptima.
- Vuelo en general: absoluta normalidad.
- Seguridad: en ningún momento tuvimos la sensación de que existiese el menor riesgo. Exactamente igual que en cualquier otro vuelo. Si os quedan dudas, preguntad a cualquiera que sepa del asunto y os lo confirmará.
Lo mejor de nuestro primer ´Low cost´
El precio: 415€
Nuestro presupuesto para el vuelo o el transporte por tierra adonde sea era de 600€. Cortísimo, ridículo, pero era lo que había. Por ese precio se podía pagar un viaje en coche de hasta 1.500 kilómetros de distancia, o un vuelo de oferta o low cost.
Hice decenas de búsquedas y combinaciones posibles en diversas webs de reservas y compañías aéreas, crucé fechas y di mil vueltas, pero al final hallé una vía: Madrid-Bolonia-Madrid por 375€. Añadí reserva de asientos a la ida (10€ por butaca). Total, para los cuatro billetes, ida y vuelta, 415€. Fue muy agradable ´comerse´en Italia los 185€ restantes del presupuesto.
El destino: Italia
Mi familia llevaba todo el año proponiendo destinos. Yo quería ir a Marruecos o a Francia en coche. Hungría y Sicilia también sonaban con fuerza, pero las preferencias de todos estaban en la Toscana, viaje que habíamos intentado hacer muchas veces y que siempre se nos quedaba lejos por motivos de dinero.
La conexión aérea con Florencia es complicada y los vuelos a Pisa suelen estar atestados. Bolonia, que está apenas a 110 kilómetros de Florencia y resultaba un destino de lo más cómodo. Por fin podríamos hacer el ansiado viaje a la Toscana.
El reto de la maleta de 10 kilos
Lo que se aprende viajando… Por ejemplo, que para una semana en un destino veraniego se una pequeña bolsa de ropa por cabeza es más que suficiente. Ryanair permite que cada pasajero lleve una única pieza de equipaje que no sobrepase los 10 kilos de peso en total y cuyas dimensiones máximas –y exactas, que para eso lo miden en un ´molde´en la puerta de embarque- sean de 55 x 40 x 20 cm. Todo lo que exceda la norma se lleva a bodega y se cobra a 60€ la pieza.
En casa, medimos milimétricamente las bolsas de viaje y trolleys, seleccionamos la ropa, los zapatos y el aparataje –cámaras, tablets, cargadores, neceseres…-, echamos los bañadores y las toallas de microfibra del gimnasio por si había ´momento playa´. Todo lo repartimos en cuatro bolsas que cumplían con la norma. Nunca habíamos hecho maletas tan racionales. Hemos decidido seguir estas normas para próximos viajes, sean o no en líneas de bajo coste.
La reserva de asiento: 10€
Mi hija de diez años estaba realmente preocupada ante la perspectiva de volar “en uno de esos aviones con arpa”… Habíamos hecho muchas bromas sobre lo que nos esperaba en el vuelo y a ella no parecía hacerle ninguna gracia el viaje.
Llevaba desde mediados de julio acribillándome a preguntas: “¿Y si no quedan asientos juntos cuando subamos? ¿Y si no puedo ir en la ventanilla? ¿Y si no me dejan sentarme contigo?”. Por fin hizo una pregunta clave: “¿pero cuánto cuesta que te den el asiento que quieres?”. “Diez euros”, le respondí. Hizo el cálculo de cabeza y su réplica me dejó muda: “¿40 euros? ¿Sólo? Lo pago yo con mi hucha…”
No lo permití, pero como no sabía qué embarque nos esperaba, reservé los cuatro asientos a la ida. Es un dinero bien empleado: eliges filas (las de la puerta de emergenciasi necesitas más espacio), embarcas antes y colocas la maleta sin problemas. Recomiendo mucho esta opción para quien guarde algún temor, especialmente si viaja con niños, porque da bastante tranquilidad y evita molestias. Esa cola kilométrica, ese desasosiego si aún no han asignado puerta… todo te lo sacas de encima por 10€, o por 15, si lo decides ya en la puerta.
Puntualidad
Hora clavada a la ida y a la vuelta. Salimos con retraso de Bolonia, pero parece que se corrigió el desvío horario en ruta. Tampoco es tan raro en los tiempos que corren, cuando el plan de rutas diario de un avión convierte el cumplimiento de los horarios en obsesión. Pero ya he oído a bastantes usuarios asociar puntualidad con aerolíneas low cost.
Más allá de Madrid y Barcelona
Es fácil planear viajes viviendo en Madrid o en Barcelona. Son ciudades muy bien conectadas con el resto de Europa y del mundo. Y lo mismo pasa con Bilbao o Palma de Mallorca: muchos lugares atractivos quedan a un salto. Pero ¿no es un auténtico ejercicio logístico para familias que viven en otras ciudades?
Las ‘low cost’ vuelan a aeropuertos secundarios –para ahorrar costes- y se convierten en una opción excelente. Ryanair llega a lugares como Santander, Reus, Almería, Jerez, Zaragoza, Valladolid, Gerona o Murcia, además de aeropuertos más transitados. También es interesante el plan en España de Easyjet, o el de Vueling, con destinos como Granada, Oviedo o San Sebastián, entre otros muchos.
Disciplina del viajero
Cualquier desvío de lo estipulado en el contrato de vuelo cuesta dinero, y mucho. Cuando viajas en una compañía como Ryanair te obligas a imprimir tus propias tarjetas de embarque, las que te dan acceso al aeropuerto y al avión y que los empleados de tierra recortan. Si no llevas la hoja impresa de casa, la aerolínea te cobra 70€ por imprimir cada tarjeta. Desde luego conviene llevar de casa no una, sino varias copias, para evitar recargos o despistes.
Ryanair cobra cualquier cosa que se salga de la norma y lo cobra más caro a medida que uno se acerca al avión: por modificar el vuelo, por cambiar el nombre en el billete, por añadir una maleta más, por subir a la cabina un carrito de bebé , por reservar asiento o por ponerse primero en la cola.
Si quieres ahorrar, puedes, pero tienes que preocuparte tú de los plazos, de mirar bien las fechas, de escribir correctamente los nombres, de imprimir la documentación… La aerolínea envía frecuentes mensajes de recordatorio, pero el viajero está obligado a leer, comprender y cumplir las estrictas normas que marca la compañía. Vamos, a darse por enterado.
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