Viajes de familia en grupo: las reglas del juego
Preparar y emprender un viaje en el que participan varias familias cuenta con puntos extra de dificultad. Si seguís estas reglas, conseguiréis allanar el camino y el grupo de viajeros logrará reducir el número de eventuales conflictos. Antes, durante y después de la aventura.
Viajar con otras familias tiene muchas ventajas: los niños lo pasan mejor con otros niños, permite a los adultos darse alguna cena romántica y en general, multiplica la diversión. Al otro lado de la balanza se encuentran las desventajas: el organizador u organizadores se queman antes de salir, afloran muchas diferencias y el roce parece no fomentar el cariño en el día a día.
Nuestra familia ha hecho bastantes viajes en grupo: con familias más viajeras que nosotros y con principiantes; organizados y por libre; caros y baratos; en coche y en avión; por España y al extranjero… A partir de lo aprendido de nuestros viajes en grupo, éstas son nuestras recomendaciones.
Empezad por las decisiones importantes
Antes de nada, hay que tener las respuestas a las preguntas clave para cerrar el viaje. Y tenerlas con tiempo suficiente como para poder preparar bien el viaje –lo ideal es empezar con más de seis meses de antelación-, y esto vale tanto si se reserva en la agencia como si lo vais a organizar por vuestra cuenta. Estas son las decisiones que debéis tomar cuanto antes y entre todos:
Cuántos: la lista de participantes en el viaje, con sus nombres y apellidos, y fechas de nacimiento –importantes para cualquier reserva de avión u hotel- es lo primero que debéis tener claro. Un grupo grande no es fácil de manejar y tenéis que tener a mano esta lista desde el primer momento.
Cuándo: la fecha (o fechas) del viaje también es importante fijarla lo antes posible. Comprobaréis que no es nada fácil cuadrar las vacaciones escolares con las paternas y las actividades programadas por cada familia.
Adónde: a no ser que tengáis muy claro el destino, es bueno tener cierta flexibilidad y guardar deseos extra por si la primera opción se pone difícil.
Cuánto: distintas familias supone que va a haber distintos presupuestos. Hay dos maneras de decidir el gasto; o bien saber más o menos cuánto cuesta el viaje que queréis hacer y partir de ahí, o conocer la cantidad que cada uno está dispuesto a gastar y buscar un viaje al alcance de todos.
Cómo: los viajes en grupo animan a probar experiencias nuevas que quizás no nos habríamos atrevido a hacer solos, como alquilar autocaravanas o barcos fluviales, casas grandes en las montañas, atravesar Estados Unidos en minivan o probar, por fin, el camping. La aventura en grupo tiene esos alicientes.
Quién organiza: ¿a qué pobre miembro del grupo le va a caer el cargo de presidente de la comunidad? Si no hay nadie dispuesto, no lo dudéis, recurrid a una agencia de viajes. Si, por el contrario, hay valientes dispuestos a emprender la tarea, no los mareéis con cuestiones menores. Quien organiza sabe cosas como el número de cuenta o el nombre del hotel, pero no el tipo de enchufes del baño o los horarios de los museos. Eso lo sabe Google.
Para preparar el viaje, seguid estos pasos:
Poned un fondo para las reservas. ‘Ve reservando una casa rural para el grupo’… Te pasa una vez, pero no más. Todas las reservas exigen pagos por adelantado y hay gente informal que decide en el último minuto que no va, así que el grupo o el propio organizador acaba corriendo con ese gasto. De todo se aprende, por eso, antes de contratar un solo servicio, hay que contar con una cantidad, por ejemplo, un tercio del presupuesto total, para atar el compromiso y no llevarse sorpresas. Eso si no viajáis con agencia, que os avisará de los pagos que cada uno debe ir haciendo conforme se acerca el viaje.
Haced un presupuesto fiable. Tiene que basarse en precios reales y cubrir todos los costes del viaje: desplazamiento hasta el destino y en el destino, alojamiento, visitas y comidas. En Internet es realmente sencillo localizar precios actualizados.
Preparad toda la documentación necesaria. Que nadie se quede en tierra por una tontería. Pasaportes, tarjetas sanitarias, seguros de viaje, permisos del INEM si alguno de los participantes está cobrando el desempleo -no es broma, hay que tenerlo-. Todo debe estar a punto con al menos un mes de antelación. Cuando el viaje es en coche, toca puesta a punto de gala.
Decidid entre todos el alojamiento. En un grupo de familias hay que encontrar un denominador común entre los partidarios del albergue juvenil y los del hotel de cinco estrellas. Lo ideal es reservar con antelación lo mejor que vuestro presupuesto pueda conseguir.
Estudiad bien los transportes internos del destino. Qué cuesta el transporte público y si conviene sacar una tarjeta son cosas que hay que llevar pensadas de casa. Quienes van en coche tienen que sopesar si van a poder aparcar bien o si es mejor tomar el metro.
Planead las visitas. Muchas ya se pueden reservar por Internet y los horarios se publican en las webs de los monumentos y museos. Es muy frustrante llegar a un sitio histórico cerrado.
Las mismas carreteras, las mismas paradas. Para viajes en coche, conviene seguir todos la misma ruta y planificar las paradas de forma conjunta. Da mucha seguridad.
Neutralizad al tocapelotas. En todo grupo de viajeros hay un gruñón que cuestiona todo lo que hacen los organizadores. No suele aportar nada, simplemente intenta tener razón a toda costa. Hay gente así, que siempre encuentra un hotel más barato –en el quinto pino y sin habitaciones para todos-, un artículo de 1999 con información ‘fundamental’ o tarifas más baratas para un viaje organizado, normalmente en noviembre, cuando vais a viajar en agosto. Pensad, simplemente, que si viajáis juntos es porque tenéis confianza para mandarlo al guano. Con todo el cariño, eso sí.
Reglas durante el viaje:
Repartíos bien el tiempo y las tareas, la autoridad (en la jerarquía, cualquier adulto es superior de cualquier niño), o el calendario de ‘libranzas’ (=salidas románticas) para los adultos.
No vayáis siempre juntos. Viajar en grupo no significa hacerlo todo en pandilla. A veces, conviene dividirse en función de los intereses o deseos de cada uno. Daos libertad para visitas individuales.
No decidáis cosas por los demás. Quizás a algunos no les apetezca cocinar y prefiera cenar fuera, y otros prefieran dedicar un día a compras. En vacaciones no se puede obligar a la gente a hacer cosas que no le apetece.
Evitad pagarlo todo a escote. Una cena en la que uno está a dieta de ensaladas y otro no puede vivir sin vino de menos de 40€ es ya bastante incómoda. Imaginaos semejante situación durante diez días. Lo más sano es que cada uno pida lo que quiera en el restaurante y que pague exclusivamente lo que ha pedido. Así se acaba con cualquier tensión.
Cuidado con los castigos a los niños. Se van a pelear sin poder determinar un claro culpable, van a romper cosas, se van a meter en más líos que de costumbre… Si podéis, ‘estandarizad’ las penas impuestas, aunque lo mejor es relajarse un poco y pensar que es lo normal.
Llevad pensada de antemano la distribución de habitaciones. Cuando los niños pueden dormir juntos es mucho más descansado para todos.
Y, a la vuelta del viaje en grupo…
Organizad una comida juntos para recordar el viaje. Las anécdotas, las cosas buenas y lo bien que lo pasasteis y repetid los tres o cuatro mantras chorras que todo viaje genera. Además:
Volved a echar las cuentas. Hay que cuadrar la caja, repasar las facturas y saldar las pequeñas deudas que siempre se dan en un viaje en grupo: una cuenta de restaurante que aún no se ha resuelto, una reserva que llevaba un recargo, un imprevisto…
Compartid las fotos. Descubriréis que los demás han tomado preciosas imágenes vuestras y de vuestros hijos que, de no compartir, os habríais perdido.
Lo que pasa en el viaje, se queda en el viaje. Siempre se da alguna que otra tensión. El tiempo lo va a curar todo, y después sólo recordaréis las cosas buenas. De verdad.